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LA TERCIA, POR ENCIMA DEL DESCASTADO ENCIERRO; SOLO URDIALES LOGRÓ EMPUÑAR UNA OREJA EL DE OBSEQUIO
Por: Sergio Martín del Campo. R.
![Fotografía del Autor]()
Fecha: 2017-05-07 04:00:02
Con más del cincuenta por ciento de las gradas de la Monumental aguascalentense ocupadas, se
ofreció la décima corrida de este agonizante serial sanmarqueño 2017.
Para el efecto, Montecristo desembarcó un encierro de modesto trapío, y para mayor mal de los
pesares, soso y descastado. Incluso el primero de la tarde fue repelido por la clientela en
cuanto pisó la arena del escenario. Los silbidos también se hicieron sentir cuando sus despojos
eran conducidos al destazadero. Pitos de inconformidad los hubo igualmente para el cuarto,
sexto y séptimo –que saliera como de obsequio- y al que en absurda acción el juez mandó premiar
con el arrastre lento.
La tercia de actores estuvo por encima de esta partida insulsa. Como fallaran en la suerte
suprema se privaron de pasear apéndices: Urdiales en su primero, -lo que sí logro en el de
regalo-, Ureña una de cada antagonista y Sánchez en su primero.
Con un astado de juvenil aspecto, su primero, descastado y tornándose con cierto peligro,
apenas sí se le pudo ver algo del clásico y puro toreo a Diego Urdiales (al tercio, palmas y
oreja en el de obsequio), lo suficiente para instrumentar algunas tandas sensacionales por
ambos cuernos y quedar muy por encima de él, y luego despacharlo con efectivo pinchazo hondo.
Un soso de concurso soltaron en cuarto turno; como para el carretón era, y el espada no tuvo
otra opción más que quitárselo de enfrente con decoro.
Lo mejor se le vio en el de obsequio, un toro proveniente de la misma dehesa, que nunca se
entregó a la muleta pero al que sometió para hacerle una faena con esa su transparente
tauromaquia, clásica y seria, logrando dar acabado a series de muletazos extensísimos,
templados y limpios, siempre sus zapatillas bien clavadas en el sitio correcto, y firmes. Vino,
en el momento justo, la estocada y dejó el arma caída y tendida, lo que no obstó para que se le
halagara con el auricular ya acotado.
El segundo de la función iba lentamente, paso a paso, deletreando las embestidas, aunque
llevando la cornamenta muy baja, y el murciano Paco Ureña (al tercio en ambos) le halló
espléndidamente el son y la distancia. Con semejantes argumentos, primero le trazó amplias y
nítidas verónicas, y entrados en el tercio final, una faena de alto grado técnico y estético, a
lo que sumó sentimiento, ya en derechazos, ya en naturales bastos, extensos usando todas las
partes de la tela púrpura, dejando ver sus vuelos e igualmente los tiempos de cada suerte,
etiquetando el hacer con una estocada tendida y caída insuficientes y finiquitando al
adversario de certero descabello.
Con todo el sentimiento desgarrado toreó a la verónica, luego que de hinojos había saludado a
su segundo, sellando la serie con un cuarteto de medias belmontinas y cerrando su variado
catálogo capotero con chicuelinas a compás abierto.
Como el astado, aunque débil, tuvo algo de nobleza y clase, vino el trasteo bueno por ambos
lados, pletórico de pases cargados de sentimiento, bien hechos, despejando las embestidas del
bóvido y rematando los episodios con marcado sabor, sin embargo obscureciendo la labor al usar
el acero sin efectividad.
Si acaso hubo interés durante la lidia del tercero, fue porque Juan Pablo Sánchez (al tercio y
palmas) puso ahínco y temple hasta lograr una faena derechista –el lado menos malo de la res-
arrancada verdaderamente, obligando al adversario a pasar tras la tela pese a que éste fue
complicado y se resistía a ello. Lo pesaroso vino con el acero, pues ganada la oreja, ésta se
derritió en los dos pinchazos que asestó antes de la estocada tendida y caída.
Con pulso, temple y suavidad evidentes, además de su entrega sin reservas, trató de sacar algún
provecho a su segundo, un bicorne soso y manso, pero fue imposible. Desencantado por el mal
lote que sacó en el desafortunado sorteo, se fue tras el estoque y dejó, después de un
pinchazo, la espada tendida y caída.
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