Sí la memoria no me falla, mi hijo mayor no tendría de más de 12 años (hoy tiene 23), cuando después de una corrida de toros muy emocionante me preguntó: “Papá estuvo muy padre la corrida, pero ¿quien de los tres toreros ganó?”. De momento pensé inclinarme por el corte de apéndices pero me retraje. ¿Por los aplausos del público? Tampoco. Y me di cuenta que para una era moderna, en donde todo se basa en competencia de números y en artículos de consumo desechables, la fiesta de los toros no encaja en su desarrollo. Muchos han sido los estudios sobre quien asiste a las corridas de toros y por qué otras personas no lo hacen; y dentro de este cúmulo de información hay un dato arrollador: La edad promedio de quien asiste a los festejos, oscilando ésta en 45 años hacia arriba. Es decir, la fiesta de fiestas se está haciendo vieja junto con sus aficionados. Considerando las corridas cómo espectáculo que crea arte, estaremos de acuerdo que no ha tenido la difusión adecuada dentro de los medios masivos de información en nuestro país y salvo por un diario de deportes a nivel nacional y los portales especializados, pocos parecen ser los medios que consideran la fiesta de toros dentro de sus secciones informativas. Pero claro, basta un fenómeno mundial como Julián López “El Juli” para que todos los medios se vuelquen sobre alguna noticia que lo refiera. Y aquí estriba el gran problema: Noticia. Noticia de interés. Noticia que los lectores busquen. Noticia que venda espacios publicitarios. Y para nuestra mala fortuna en los últimos 25 años nadie dentro de los ruedos nacionales ha acaparado la imaginación ni el interés de un pueblo que gusta mucho de vitorear héroes, compartir sueños y formar leyendas, cómo lo hacemos los mexicanos. Y para colmo de males, tenemos a los que todo lo saben portando el supuesto derecho que les da el tener difusión por un portal de internet, haber leído un “Tomo del Cosío” y saber algunas palabras en caló, para que despotriquen a diestra y siniestra en contra de sus actores creyendo hacerle un beneficio a la fiesta “purificándola” sin darse cuenta que por su egocentrismo, ignorancia y siempre abanderando “su amor por la fiesta” la están enterrando haciendo que posibles nuevos aficionados se ahuyenten por creer que todo dentro de ella es farsa o truco. A ellos les dedico los muslos marcados por vida de tantos toreros que se han jugado la vida y qué en algunos casos han estado al borde de la muerte al enfrentar “novillos despuntados” o “pequeñajos”. Es cierto hay exceso de internet, exceso de vídeo juegos y muchas más diversiones al alcance de los jóvenes que hace 25 años, pero lo cierto es que nadie ha podido lograr, hasta la fecha, que nuestro país vuelva a las localidades de las plazas de toros y al gusto por esta fiesta que siempre ha sido parte de nuestras tradiciones mexicanas. Ojalá que nunca se extinga de nuestra cultura. Creo que la respuesta para mi hijo cuando me preguntó quien había ganado, por fin la tengo: La ignorancia y la ignominia.
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